viernes, 15 de julio de 2016

Carta a una desconocida

Nunca escribí un diario, ni siquiera escribí cartas. Quizás, no aprecié las palabras que mi corazón dictaba, pero todo ha cambiado; mi corazón grita y mis dedos se sienten obligados a transcribir cada latido y cada suspiro.

Me gustaría creer que detrás de tu sonrisa se encuentra una esperanza oculta que empieza a deslumbrar.
Me gustaría tener el valor de saludar a esa sonrisa y pelear con tu mirada, sin que tus ojos verdes aniquilen mis sentidos.
Me gustaría escuchar como palpita tu alocado corazón, que no es consciente de ser el punto de mira de un suicida emocional que vio inevitable clavar la mirada en tus pupilas.

Y es pasar a centímetros de ti y pararse el tiempo en tu mirada, que responde adueñándose de mis pensamientos y suscitando miradas cruzadas tan extrañas y a la vez tan conocidas, tan sutiles y a la vez tan atrevidas, tan impasibles y a la vez tan electrizantes que provocan un cortocircuito en mis sentidos, y es por esta razón, por la que mis piernas sienten miedo a aferrarse al elixir de tu mirada; siguen corriendo...y se alejan, se fugan con el viento que envuelve una timidez que a veces es tan cruel, que solamente se aleja cuando miro hacia atrás y ya no estás. 

De nuevo, las palabras no se dejaron ver.


No tuve el valor de pronunciarte una sola palabra, ni un saludo, ni un sincero hasta pronto. Tal vez, tenía la esperanza de que tus labios se manifestaran primero.


Sin saber como he de terminar me despido, al menos, en esta carta.


Hasta las próximas palabras,


Un suicida emocional.


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