viernes, 24 de junio de 2016

Y es en ese instante...

Hay momentos que recuerdas en la vida, no por ser bonitos, ni siquiera por alegres. Son segundos en los que alguien te recuerda que no conseguirás nada, quedarás allí estancado sin salir de ese agujero.

Y es en ese instante, en el que una madre cae desconsolada al escuchar palabras envenenadas, que llegaron tan adentro que lograron derrotarla. 

Y es en ese instante, cuando mi corazón palpita más deprisa y me digo "mi futuro solo es mío, yo seré quien lo construya". Y de repente, esa mochila que cuelga de la espalda que hasta ese instante estaba vacía, ahora está llena de piedras. 

Abres los ojos y solo ves una montaña tan alta que no te deja ver el sol, pero eso no te hunde, sino que te hace más fuerte. Decides dar el paso, escalar esa montaña, es la etapa de tu vida.

Y es entonces, cuando miras hacia el frente, ves que la cima está más cerca y aquello que quedó atrás solo forma parte de tus huellas. 

Caminas con paso seguro y aunque encuentres mil obstáculos, a tu lado está esa madre que te sigue desde cerca, y te da su mano para que te apoyes y sigas caminando, hasta llegar a donde ahora mismo estás, en esa cima que te indica el final de este camino. 

Ahora, nadie es más fuerte que mi propio espíritu, que me reta a alcanzar otro objetivo. 

Y es ahora, cuando me pongo a recordar aquel instante en el que no creyeron en mi, ese instante que permaneció en el baúl de mis recuerdos durante diez años, y por eso, hoy es el momento de hacer limpieza y volver a empezar desde cero.

viernes, 17 de junio de 2016

Con fecha de caducidad

No tengo ni idea de por qué el destino siempre me depara el mismo fin. Parece ser que mis historias de «algo» que ya no sé si es amor, tengan fecha de caducidad, y es que, cuando menos lo espero... el amor me da la espalda.

Y precisamente ahora, cuando mi mar está en calma, una intensa duda se acurruca entre mi pecho; ¿Soy yo, o es que no estoy hecho para amar? Por más que pienso no logro encontrar una respuesta.

La verdad es, que siempre soy yo el que termina peor de los dos, quizás siempre sea el más débil o el que ama un poco más, no lo sé.

Ahora vivo con heridas en forma de cicatrices, y solo me queda mirar al frente y ver esa botella vacía, sin una gota de ron que me ayude a olvidar ese mal sabor de boca que me dejaron sus labios cuando pronunciaron un gélido adiós, mientras su mano derecha sostenía una maleta llena de recuerdos e ilusiones que se fueron. 

Sí, se marcharon contigo.

Tal vez nunca leas o escuches estas palabras, pero si lo estás haciendo, te deseo que encuentres a esa persona que consiga conmover a tu caprichoso corazón, que hasta ahora nadie ha logrado seducir. Y podrás amar, al menos, una décima parte de lo que yo te amé.